Una especie de pérdida constante del nivel normal de la realidad.


El Pesa-nervios, Antonin Artaud


sábado, 1 de septiembre de 2012

Reseña de "Almendra", de Luis Luna y Lourdes de Abajo

ALMENDRA. EL TEXTO, SU PIEL

"Despréndete/ del pliegue de mi codo,/ llévate la única/ pulsación,// ocúltate dentro,/ fuera." (P.Celan)

Resulta difícil escapar de la fragilidad de la palabra, saber trasladarla al cuerpo propio y ajeno, para constituirlos -a éste y aquél- en palabra misma. El movimiento se torna aún más complicado cuando se trata de ponerlo en juego a él mismo, de manera que no sólo quedan expuestos cuerpos y palabra, sino que la operación puede volver sobre sí, abrirse en trágico equilibrio, y no resolverse. No se trata de una ausencia; más bien, de la posibilidad de la presencia, aquello que indica distancia: en el texto respecto del texto, en la piel respecto a la piel, en el texto respecto a la piel, y viceversa.

Este camino en el que lo en último extremo cuestionado resulta ser no un elemento u otro, sino el tránsito mismo, lo encontramos ya sólo como ceniza, huella de su propio paso, bien en el cuerpo del texto, bien en la piel misma. Texto y piel surcados por cortes que, por un lado, permiten que conozcamos su contenido, pero que, por otro lado, los deja maltrechos, heridos de muerte.

Gamoneda conoce el sentido sangriento de esta doble frágil operación, como muestra en el prólogo: "con tu voz semejante a la de un pájaro frágil,/ nos dices ya en tu llanto la sílaba primera/ que conviene a este espacio terrestre y encendido", "has venido a nosotros con manos transparentes/ y tú ya sabes que tu llegada ha sido/ para acariciar el dolor". En este sentido el trabajo de Luis Luna y Lourdes de Abajo ha ido más allá, porque han conseguido mantener un "gesto sin nombre", sacrificar la palabra y ahondar en la piel, alojar si no el principio de su negación, al menos sí la huella, la brasa proveniente de algo exterior, previo, el lugar del desequilibrio. En ese desequilibrio afirman "arritmia" y temblor (conceptos recurrentes a lo largo del poemario), pruebas de la fragilidad, al mismo tiempo que delimitan los términos -frontera y nombre- de la traducción, es decir, dan una referencia espacial: "dentro", "útero", "cavidad", "regazo", "jaula" y la piensan en su sentido primero, el nominal, lo que la palabra encierra. No se trata de un cuestionamiento del lenguaje, al menos no a primera vista, a pesar de lo cual no podemos por menos que preguntarnos si es posible hacer piel del texto o si sólo quedará, de nuevo, como un camino abierto y al mismo tiempo ya hollado, "otredad/ abrasada", "ceguera previa". En cuanto a la respuesta, sólo podemos intuirla: la pregunta es necesaria, el (des)equilibrio debe mantenerse. "Permanencia"- escriben; lo que permanece es la pregunta ("Pienso en mi prefijo/ para comprender/ ser./ Anti-/ Sin-/ Evocación.") y el principio de destrucción, de dolor, que apunta a la respuesta: "Traspasar el umbral./ Para ser grito".

Volviendo al equilibrio, la fragilidad queda así sostenida entre el texto y la piel como su huella ("Garganta agraz, labra/ fruto en la carne"), por un lado, y entre la piel y el texto como su huella ("Allí darse a luz.//Reescribirse"), por el otro. Lo que la palabra poética reconcilia es la dialéctica que separaba pregunta y respuesta, que evitaba la exposición de cuerpo y palabra. La separación que Luis Luna y Lourdes de Abajo proponen es entre el texto y su movimiento sobre sí mismo, lugar de la aparición del cuerpo. En el caso de Almendra, como en Paul Celan, ya homenajeado por Luis Luna en Territorio en penumbra (Gens ediciones, 2008), la escritura no es hermética; en todo caso, trepanatoria. El cuerpo del que hablan es "entraña abierta" y el cuerpo del texto sólo se entiende ahora como el retorno de la piel sobre esa entraña, "íntimo retorno de quietud a quietud./ Frase del frío." Esa es la definición exacta de un alumbramiento. "Cesar palabra./ Dejar de ser y ser/ en el silencio/ de la llama./ Allí darse a luz.// Reescribirse."

Las ilustraciones de Juan Carlos Mestre hacen de contrapunto al recorrido del texto. El color de sus cuadros es una forma más del despliegue de la piel de Alma Luna de Abajo (Almendra) y la presencia -constante- de su cuerpo, alado en unas ocasiones, en otras cabeza separada, aúna, sirve de hilo, huella del paso siempre abierto. Lo que Mestre ha recogido es una cronología paralela de texto y vida, pero también aquel frágil movimiento en el que Almendra da forma a sus primeras palabras.



Referencia:
ABAJO, L. DE y LUNA, L. (2011): Almendra, Madrid: Amargord ediciones, 2011. Ilustraciones: Juan Carlos Mestre. Prólogo: Antonio Gamoneda.


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