Una especie de pérdida constante del nivel normal de la realidad.


El Pesa-nervios, Antonin Artaud


jueves, 29 de octubre de 2009

martes, 27 de octubre de 2009

AQUÍ Y AHORA

Pasamos la página del tiempo, y conservamos el instante en que la imagen queda grabada en la memoria, como si todavía hubiese una remota posibilidad de conseguir una línea horizontal, un tiro en la frente y nada más que el rugido intranquilo de la pantera enjaulada. Eso está bien, eso está mal: por mucho que ataquemos los años y el agua nos niegan la razón, y la costilla invertebrada, y la nación de bandera y pañuelo en ristre, sollozos en cada puerta, puñales en las mejillas; libertad para escuchar y escribir la tierra bajo el océano, la anguila eléctrica descargando una corriente en todas las olas en que pescan los cazadores de gaviotas. Quizá en otro momento, cuando nos hartemos de comer y beber la sangre coagulada de debajo de un vientre arañado por un animal aún sin clasificar dentro de la familia de los mamíferos cetáceos -ángel o perro abandonado, qué más da. Libro abierto, libro cerrado.

domingo, 25 de octubre de 2009

EN LA VIDRIERA

En la vidriera huecos extraños y vasos de viaje, un nido de aves acuáticas que emigran hacia valles verdes como giros de esquizofrenia sin freno.

Las demás canciones se callan, vuelven a sus casas con las cabezas bajas, como en una concentración silenciosa contra la ambición escupidera de un desesperado en plena luz -la temperatura sube escandalosamente, también los jugos gástricos y las cifras de accidentes de coches.

Aunque no sepamos la causa, el principio es infalible; contra los magos, contra los colegios, contra los atardeceres, contra las vallas, contra los coches, contra las balas, contra el labio inferior, contra las lápidas y los peces, contra el discípulo descarriado que esconde los institutos tirados por el suelo de la planta de quimioterapia: la correa, el síndrome, el golpe. Una muela que cruje y un ángel que cruza la carretera con pies de plomo y a cuatro patas; mañana el grito, la despedida.

Mañana la frágil llama de la palabra que no brota. El cuello de la letra grabada, el corte frontal, la rosa teñida de halcón, que planea los vidrios y jeringuillas -lobos apretados en el metro, reclusos impotentes que silban melodías aplastados contra la cuchilla de afeitar temblor de la espina dorsal, el manicomio tapado con lonas de circo.

sábado, 24 de octubre de 2009

RÍE EL MAR

Ríe el mar, el vestido se desgarra y se deja acuchillar una vez más, como si la ficción no pudiera penetrar en la realidad, y desnudarla, y hacerla también poema. Después de las calles en forma de espiral natural, un globo salta desde un balcón con una pintada que anuncia cosméticos para quemar la cara de enfermos terminales que habitan las vías abandonadas del metro en alguna ciudad dividida por un sol agazapado.

Vista de un puente: la misión de los hombres que lo atraviesan es secreta, nadie ha conseguido sacar de sus labios la palabra, la clave que nos haga comprender el tránsito lento de una ribera a la otra. La contaminación aguarda detrás de cada niño. No hay soledad sin trastorno, sin la ceguera amarga de quien sabe que los días no acaban sino que se enredan, en una lucha pesada e igualada, unos con otros.

Los músicos que esperan el semáforo en verde para proclamar la palabra en el desierto, los lobos que copulan con los leones, y los espacios vacíos, y las nubes horadadas por punzones invisibles que brotan de las jaulas brillantes en los brazos sangrantes que vomitan su consuelo entre mis párpados.