Una especie de pérdida constante del nivel normal de la realidad.


El Pesa-nervios, Antonin Artaud


martes, 18 de agosto de 2009

UN RESPIRO

Necesito un respiro, la única solución, la solución final quizá, no sé exactamente a lo que me refiero, o me interfiero, todo gira, se quema, todo canta. A mi alrededor crecen las madreselvas, las selvas de las madres, o las madres de las selvas, porque nadie iba a querer adoptarlas -como estilo poético o antipoético, y un día se me ocurrió fallar el tiro. Así que me calcé el frío y tuve un bbbb en el estómago que me dijo que lo hiciera. Lo hizo con las siguientes paroles:
Acuesta al peluche, ya no tienes nada que decirle más que su última voluntad antes de que los muros caigan como aquellos templos en el libro sagrado, ya sabes. Los siglos que pasen dirán que un grupo armado me confundió con un plato de lentejas y un cacho de pan mohoso -inexistente pero real. Es la verdad, lo confieso lo confisco, lo confundo. Huyo ¿de qué? De un café ¿a qué hora? A las tres. De eso huyo, ahora se ve el panorama con otra perspectiva.
Pero no hubo nada en el fin de los tiempos. Repasemos el atardecer: mis maletas, en un rincón espumoso. Los geranios, corruptos como un pastel de arándanos recién recogidos por los mulos de mi abuelo, el fallero de los hoyos donde escondía la pala y el puñal. El grito y la hoguera. Junto y revuelto, la mayoría de los maoríes perdieron sus nombres en un pantano lleno de parches por culpa del aguacero que no calló -y no es una errata-.

Visión antropomorfa: jarro con cenefas delante de furiosos huracanes azules el dragón está aislado y hay que rescatarlo de manos de una doncella de baja alcurnia. Transvaloración. ¿Y los palillos de dientes? Transvaloración. El dolor del mundo en nuestros brazos laminados.

viernes, 14 de agosto de 2009

COMENTARIOS

Ayer, a última hora de la tarde, casi por la noche -y aquí radica una diferencia abismal, pues no es lo mismo la tarde que la noche, como tampoco son iguales un vivo y un muerto- recibí un extraño telegrama, aunque lo más extraño de todo es haber recibido un telegrama, independientemente de que fuera ayer, o anteayer, o la noche del miércoles, o que fuera de día o de madrugada. El asunto es tan banal, que casi me da miedo contarlo. No es que me dé miedo en el sentido más oscuro del término, es decir, que no es miedo como tal; rigurosamente hablando, el telegrama tiene más motivos para temerme a mí. Eso es cierto; también es verdad que no estoy cogiendo peso en verano. Bueno, quizá esté cogiendo peso, entendiéndolo como importancia...
Ya no sé ni de lo que hablo. Esto venía a raíz de ayer, a última hora de la tarde. La cosa estaba controlada: yo sostenía el vaso entre mis manos, mientras dos discípulos me miraban celosos, porque no podían -más bien no debían, y de ahí que no pudieran- acercarse demasiado a mí.
Es curioso, nunca pensé que alguien pudiera sostener un vaso como yo lo hacía, sin quejarme siquiera, a pesar de que el líquido estaba ardiendo, con burbujas que saltaban de un lado a otro, y unos vapores insoportables, que se me metían en los agujeros de la nariz y me provocaban náuseas, como a aquel personaje tan divertido.
Pasé las mejores horas de mi infancia sujetando ese vaso; y ahora, ¿qué? Bien, creo que lo mejor será retirarme, dejar que otro ocupe mi lugar, quizá dos. En cualquier caso, no más de tres, para conservar la tradición en la medida de lo posible. O quizá sea mejor abandonar esa estúpida costumbre y pasar a ocupar el lugar que nos corresponde en nuestras camas, el mejor refugio después de una larga jornada que ha hecho que el corazón envejezca otros treinta o cuarenta años. Ya no llevo la cuenta.
Esto no tiene sentido. Nada lo tiene.

Mejor así.

jueves, 13 de agosto de 2009

HIBERNAR

Siente la ondulación, la ondulación, no puedes dejar de mirarla cuando se te ha colocado delante y entona la canción con silbiditos y palmadas. La cosa está muy mal, ya lo creo, mientras miras la luna como un foco. Una visión actualizada de hecho no pienso abrir el correo, por el momento; un brindis. La mejoría es evidente sobre todo en la garganta, que antes me dolía, quiero decir, que antes tenía dolores de garganta, pero ya no, porque las pastillas han hecho su efecto devastador, Hiroshima en potencia, ¿no? Eso me dijeron, y yo lo creí, ¡iluso de mí! Ya no puedo creer en nada, ya no espero creer en nada, ya no quiero creer en nada. Creer y morir. En eso consistía el ciclo vital, me dijeron. Sí, por más que le dé vueltas fue eso lo que me dijeron aquella mañana de abril cuando las mariposas emprendían su viaje allende los mares en busca de biberones para las mujeres y los niños mariposa. Vaya tontería, todo el mundo sabe que los ratones tienen banda de música propia: así sabemos tocar algunos cordófonos, gracias al tacto amable y peludo de los roedores que acorralan nuestra existencia. Parecen pequeños, ciertamente, pero también profesan extrañas religiones en las que veneran a dioses multicolores, con zapatillas de andar por casa, y canciones relamidas, y celebran banquetes sin coros ni juergas, porque llevan collares negro como azabache -qué poco original-, negros como betún -sigo igual de poco inspirado-, negros como el tizón -esto no mejora-. Un día después me comunicaron que los cargamentos de menta habían sufrido un trágico accidente: noventa heridos de bala, sesenta muertos de goma, treinta ataques al viento, doce insultos proferidos en voz alta delante de señoritas de dudosa tradición laboral. Así van los tiempos, cambiando como las estaciones o la fauna del bosque: la lechuza ha tenido gemelos, el oso hormiguero abrió una marisquería para aprovechar el boom urbanístico, etcétera.
¿Y lo demás? Tirando, ya se sabe. Posdata: con cariño, vuestra madre que os adora.

martes, 11 de agosto de 2009

TODA MUERTE ES NATURAL

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Habría que verlo; en cualquier caso, las paredes tiene manchas grandes de color blanco, semitransparente. Barniz, o quizá semen. No sé. Nunca me he planteado una reforma a fondo, porque nunca se baña uno en el mismo río, así que tampoco mira uno nunca la misma pared.

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Principio de razón suficiente: me duelen las manos, después de un aparatoso accidente que tiene como consecuencia más grave una uña negra como un molusco encerrado que se empeña en no salir de su casa, es decir, de su caparazón, si no se le suministra alimento con una cuchara desde fuera de la cordillera más lejana.

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Voy a jugar a ser políticamente incorrecto: TODA MUERTE ES NATURAL.

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Habla el escéptico: "Habría que verlo"

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lunes, 10 de agosto de 2009

UN NUEVO MÉTODO

Un nuevo método para todas las cosas que no cambian, eso es lo que hace falta integrar en nuestro ecosistema azulado como un manto de tiralíneas sin casos de urgencia gastronómica. Hora y lugar del accidente, situación exacta del cadáver por mí mal hallado. Perfume simbolista que acelera la reproducción in vitro mientras el tocadiscos no se cansa de dar vueltas a dos sonidos malolientes que dicen sí y no, sí y no, porque la contradicción es buena, la contradicción es pura, la contradicción contradice lo que dice la contradicción. ¿Se me entiende? O mejor aún: ¿alguien pretende que quiero que se me entienda? Todo lo contrario, infantes franceses, todo lo contrario. Ahora sí que estoy metido hasta la rodilla en el fango de los recuerdos. ¿Qué os dije? No se os puede hablar ni un momento, por el dulce son. Y quizá, sólo quizá, el universo se expande en figuras geométricas que describen aros y círculos irregulares como víveres de plástico y redondeles antiguos, con cenefas gruñonas y huesos espinosos.

Colgante de sutura punto de idioma incorrecto flecha volcada hundida un monstruo en la alcoba en la escoba en la ventana de los ancianos consejeros del cine meditando buscando los porqués de la ciencia hexagonal y untando de sobrasada los secretos que no se asienten ni se esconden porque los saben los estorninos. Los estorninos los saben, y, claro, también lo saben los mirlos y las urracas, que son de ramas distintas y de familias enfrentadas con la de los palmípedos, que cantan muy bien porque no tienen anginas de pecho ni inflacción en sus cuentas bancarias cada vez más extrañas más vigilantes al acecho de un piano. Vino y se fue. Vino y venció. Todo tiende a acabar trágicamente, una leyenda urbana puesta de rodillas y lista para ser devorada por los cocodrilos del faraón. Todo tiene a. Acabar trágicamente. Una. Leyenda. Las palabras se me derriten en la boca sin necesidad de impulso electromagnético ni tortura especializada en asnos. Las cosas suceden porque sí, aunque contingentes, por supuesto, y no interviene ningún dios, a pesar de que lo más conveniente es que intervenga los seguros de automóvil son registrados en las casas vacías de los inmigrantes deportados exiliados repatriados como sea.
Eso es fuerza, y lo demás es humo blanco para elegir al Papa en su habitación decorada muy bellamente, con pinturas y animales y un gran mural de estrellas con desnudos y barbudos y colores espantosos como dinosaurios aviadores. El amor la vieja excusa para volver a cruzar la cara a los monjes de piedra y los gusanos de pie. Sé acabar los deberes a tiempo, y me siento orgulloso -e iracundo- por ello y por muchas tonterías más, que aquí no pienso destacar con lápiz rojo o subrayado o cursiva o negrita o mayúscula. Craso error.


martes, 4 de agosto de 2009

EL OFICIO DEL DOLOR

Éste es el oficio del dolor


domingo, 2 de agosto de 2009

CONTRADICCIÓN


Contradicción: párpado rodeado de mil ojos, con una estaca de madera clavada en la pupila, porque así se curan muchas enfermedades venéreas, poesía, pintura... Las demás enfermedades sólo pueden extraerse con sumo cuidado de alguna espina dorsal mal apagada -quizá no sea necesario apagarla- por su tonelaje excesivo para esta época del año chino.


Garganta: expresión oscura e ininteligible, de poca relevancia ontológica, que ejerce un equilibrio de fuerzas entre el placer y el dolor, reflejo e imagen, equilibro que nadie ha conseguido destruir hasta el momento. A veces deriva también en explicación aullada, grito constante lejos de la voz -aunque cerca de la palabra.